Un gobierno manchado de sangre
Eduard Korenev. Participante de los sucesos de octubre del 93 en Moscú.
Rusia ha vivido para ver los
vergonzosos festejos de la dictadura burguesa. En aquel momento, cuando esta
dictadura estaba todavía en proceso embrionario, nosotros las gentes
soviéticas, prácticamente desarmados, nos enfrentamos abiertamente a ella. 12
días y 12 noches resistimos defendiendo el último órgano legislativo del Poder
soviético: el Soviet Supremo de la RSFSR. No estábamos defendiendo a Rutskoi ni
a Jasbulátov, como quieren hacer creer nuestros asesinos y sus medios vendidos.
No éramos chusma ni lumpen, como pretenden presentarnos esos sinvergüenzas;
Éramos hijos de nuestra patria.
Trabajo como técnico de
laboratorio en un instituto de investigación en el sector espacial puntero. En
nuestra unidad (6ª compañía del 2º batallón del regimiento del Soviet Supremo)
había un doctor en ingeniería, técnicos de investigación, militares en activo,
entrenadores deportivos, estudiantes, periodistas. Ninguno de nosotros llegó
allí siguiendo las órdenes de nadie, fuimos por nuestra propia voluntad, y nos
conocimos allí, junto a la Casa de los Soviets. Solo por el nombre: Estábamos
vestidos de civil, lo que sirvió de excusa a alguno, para calificarnos de
muchedumbre y chusma.
Mientras, desde el 27 de
septiembre, nos regíamos por una férrea disciplina, un estricto control de paso
y movimientos limitados dentro de territorio del edificio. Y por supuesto, “ley
seca”.
Hay que decir que las armas
(fusiles automáticos) se repartieron únicamente entre los oficiales en activo
del servicio de seguridad de los dirigentes y a los que hacían guardia en los
rellanos de las escaleras. La gran mayoría de nosotros estábamos desarmados.
Estábamos allí para defender una
vida digna y los derechos de la gente sencilla, de la gente decente, honrada y
trabajadora, cuya posición económica se mide por la utilidad que aporta a las
demás personas, a la sociedad, al país.
Sí, muchos de nosotros pedíamos
armas como garantía de victoria. Pero muchos de nosotros creíamos también que
nuestro escudo humano desarmado, detendría la represión contra nosotros y el Soviet
Supremo. Estábamos plenamente decididos a resistir hasta el final, para repeler
la desgracia que amenazaba a nuestros hijos y nietos, a las futuras
generaciones. Para que no tuvieran problemas con la educación, la salud, la
vivienda, la alimentación. Estábamos seguros de que la mayoría de la población
del país compartía nuestros objetivos.
En lo concreto, la mayoría de
nosotros consideraba que la salida a la situación creada sería convocar
simultáneamente elecciones del Soviet Supremo y presidenciales. Y luego, claro
está, restaurar la Unión Soviética. El principal obstáculo para lograrlo era
Yeltsin, su entorno y su régimen de vendidos.
Nos estábamos engañando.
Menospreciamos la bajeza y avidez de sangre del enemigo, que buscaba excusas
para aplastar sangrientamente la resistencia. También nos engañamos, creyendo
en la madurez, posibilidades, capacidades organizativas y firmeza de nuestros
propios dirigentes. Ya entonces, no terminábamos de creer en su unidad y su
solidaridad con nosotros, con los defensores y el pueblo en general.
Los resultados ya los conocemos.
Se perdió la última posibilidad de conservar las conquistas sociales del Poder
Soviético. Cientos de los nuestros, defensores, fueron fusilados. Memoria
eterna para nuestros camaradas caídos.
Y ahora el pueblo tiene lo que
tiene.
Una legislación laboral
draconiana, que lo deja indefenso ante el empresario.
Dicen que la justicia llega para
todos. Pero nuestros antepasados ya decían: no te entiendas con los fuertes, ni
vayas a juicios con los ricos. Ya hemos oído lo suficiente sobre el arrojo y la
integridad de nuestros tribunales.
Vean si no, esa reforma que
permite desauciar a los pobres que no pueden pagar por su vivienda.
La ley de tierras, que deja sin
tierras a los campesinos y en un futuro cercano, la indefensión de la gente de
la ciudad ante los acaparadores de terrenos urbanos.
La reforma de la educación, que
garantiza a los hijos de los ricos diplomas elitistas y un sitio calentito en
los futuros gobiernos “democráticos”, mientras deja sin educación a los pobres,
para los que han inventado algo así como una educación básica.
El gobierno se esfuerza tanto en
esa lucha contra el crimen, que teme vencer. Cientos de miles de víctimas
claman justicia. ¿En qué están preocupados en el gobierno? En defender los derechos
de los asesinos, ladrones, violadores, estafadores: Parece que son ellos
quienes componen la parte activa de la nueva sociedad de mercado.
¿Qué conclusión podemos sacar? En
el gobierno se encuentra una dictadura, que gobierna para el interés de los oligarcas,
los grandes propietarios, y una minoría depredadora y absolutamente indiferente
ante los problemas de la gente.
Cómo echaron a correr, como
cucarachas, asustados por la palabra referéndum, sobre temas tan elementales,
pero vitales para la mayoría: en apenas dos semanas endilgaron y colaron una
ley que prohibía la celebración de cualquier referéndum.
Es algo sin precedentes.
¿A qué tienen miedo?
¿A un salario que no esté por
debajo del mínimo vital para la subsistencia? Eso sería un lujo imperdonable,
garantizar a los trabajadores un salario que les permitiese vivir… ¿Cómo no les
da vergüenza a los comunistas y patriotas proponer una ley así?
¿Tienen miedo de la exigencia de
que los gastos relacionados con la vivienda no superen el 10% del presupuesto
familiar? ¿Cómo va a ser eso? Lo que hace falta es liberar esas viviendas
decentes de la gente que no las puede pagar.
Hacer más llevadera la vida del
pueblo, sería un golpe al bolsillo de los nuevos ricos, acostumbrados a
considerar suyo todo lo que puedan tocar con sus manos de rapiña.
No escatimarán en mentiras. El
engaño y la mentira han sido legalizadas, para hacerles inmunes ante la ley. El
engaño y la mentira son sus armas, su arte. La conciencia y el honor se han
convertido en prejuicios.
Recordemos al académico Shatalin:
“¿Qué es mejor, trozos iguales de un pastel pequeño, o diferentes de uno
grande?”. ¿Pero dónde está ese pastel grande? ¿Y donde están los dos coches de
la marca “Volga” a cambio del los bonos de privatización, que Chubais prometió?
¿No los tienen? Culpa vuestra.
Hoy día el jubilado puede decidir
en qué fondo de pensiones (estatal o privado) guardar sus ahorros. Si se
equivoca, es culpa suya, no haberlo decidido así. Por lo visto el gobierno
piensa que todos los jubilados tienen formación económica universitaria y
pueden como profesionales tomar decisiones y hacerse responsables de las mismas.
Pobres ancianos ¿Cómo podrán sobrevivir entre estos caníbales ilustrados?
Otra de sus tesis: El estado es
un propietario ineficiente. Solo un propietario privado puede asegurar el
crecimiento del bienestar. Sí, el bienestar propio, a cuenta de los millones,
que ellos mismos han sido “culpables” de ganar. Pero a ver. ¿Cuántos dueños
puede haber? En una silla no caben diez. Lo que significa, que para ser
“dueño”, hay que echar a empujones de esa “silla” tan deseada a los otros
nueve.
El hocico de cerdo, no se puede
ocultar tras las hojas de higuera. De los saqueadores, no puedes esperar que
salgan buenos pastores y dueños diligentes.
¿Es culpable de nuestras
desgracias el administrador de fincas, el encargado del taller, el director de
la tienda, del mercado de la fábrica?
Seguramente. Pero levanten la
vista más, más arriba, y verán quién está poniendo en práctica los antiguos
planes de Hítler para dividir la Unión Soviética y Rusia.
Solo sé una cosa: tenían razón
los héroes que defendieron la Casa Blanca (sede del Soviet Supremo), los que
cayeron a manos de los fusileros de Yeltsin. Sus nombres y hechos permanecerán
en la historia de Rusia, al igual que lo hicieron los “decembristas”. Los
supervivientes deben ahora culminar su noble causa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario