martes, 17 de mayo de 2011
“¿Con esos pantalones de maricón cómo vas a encontrar trabajo?”
Uno de los 19 detenidos en la madrileña Comisaría de Moratalaz el día de las manifestaciones del 15 de mayo narra sus 36 horas de vejaciones y abuso policial. Por Ana G. Moreno y Verónica Román
Marcos Rebollo es periodista y profesor. Tiene 35 años. Nació en Santander y vive en Madrid. El pasado 15 de mayo se sumó a los miles de manifestantes que exigían en la capital un cambio de rumbo económico y político de nuestro país. Eran (y son, porque muchos de ellos siguen en la calle) manifestantes de izquierdas. Sin embargo, Marcos no volvió a casa aquella noche. Durmió en una celda de la Brigada de Información de la Comisaría de Moratalaz. Fue detenido, junto con otros 18 mayores de edad (dos chicas, 16 chicos), minutos antes de llegar a su domicilio. “Ya había terminado la mani y me dirigía a casa con mi chica. Andábamos por calle Carretas [céntrica vía de Madrid] y se empezó a liar: nos tropezamos con contenedores ardiendo, bomberos, antidisturbios, gente liándola y lanzando botellas… Nos íbamos a volver, pero entonces vimos a un policía golpear a un chico con una bandera de la CNT. Le dije: ‘Bestia. ¡No le pegues!”. Y ahí estuvo su delito. Según afirma, escasos treinta segundos después, tres policías secretas, ataviados con pañuelos palestinos y cargando palos para hacerse pasar por manifestantes violentos, se abalanzaron sobre él. Lo tiraron al suelo y lo llevaron a un coche. “Ahí es cuando me dijeron que eran policías”, anota Marcos. Durante el trayecto hacia la comisaría, la cabeza de Marcos fue repiqueteando en el cristal que separa a los policías nacionales de los detenidos. “Llevaba las manos atadas e íbamos a 150 kilómetros por hora”, cuenta el entonces arrestado.
Continúa: “Una vez en Moratalaz, nos obligaron a sentarnos de cara a la pared. Si girábamos la cabeza o los mirábamos a la cara, nos daban una colleja. A mí me cayó una. Nos pidieron un teléfono y el nombre de una persona con quien quisiéramos contactar. Yo di el de mi novia. Pasadas dos horas, y todavía sentados en los pasillos de cara a la pared, pregunté que cuándo podría llamar. Los policías rieron a carcajadas. ‘Tú has visto muchas películas yanquis’, me soltó uno”. Las salidas de tono e injurias de los policías, según informa el manifestante, fueron constantes: “Se burlaban de nosotros. ‘¿Con esos pantalones de maricón cómo vas a encontrar trabajo?’, le dijo un policía a otro de los detenidos, que vestía pantalones bombachos. ‘Juventud sin futuro [nombre de uno de los movimientos de las protestas] ¿Cómo vais a tener vosotros futuro, pandilla de desarrapados?’, despotricaba, divertido, otro. Pasaban por detrás de nosotros, pisándonos a veces las manos. E incluso el inspector jefe nos amenazó: ‘Aquí no se mueve ni dios. Que os doy una patada que os sale el culo por la boca”. Literal.
Rebollo señala el abuso de autoridad de estos agentes de policía (“a los que no podría reconocer porque o mantenían su cara tapada con pañuelos palestinos o no me dejaban mirarlos a la cara”, puntúa) y la falta de auxilio hospitalario. “Uno de los chicos tenía la nariz rota y le hicieron esperar siete horas hasta que lo vio un médico”, asevera. La detención se alargó hasta el martes por la mañana. Sólo liberaron antes a uno, porque tenía problemas del corazón. Los ya 18 detenidos abandonaron la comisaría un día y dos noches de pisarla, a las 9 de la mañana y rumbo a los juzgados de Plaza Castilla. El juez los dejó en libertad, pero Marcos aún se enfrenta a los cargos de desacato a la autoridad e intento de agresión a un policía. Lo niega todo: “Se inventaron los cargos. Los rellenaron delante de nosotros y se cachondeaban sobre el tema: ‘¿A éste que le ponemos? ¡Desorden público! No, mejor resistencia y rebelión”.
Los 19 detenidos en Madrid (en realidad fueron 24, pero a cinco de ellos se les trasladó a otro lugar por ser menores de edad) van a estudiar esta semana cuándo denunciarán a la policía, por maltrato y falsedad de la denuncia. Rebollo, de momento, está asimilando lo ocurrido. “Me sentí dentro de una peli de una dictadura”, dice. Remata su testimonio con la historia de otro de los jóvenes arrestados: “Venía de jugar al fútbol. Sólo quería coger el tren en Sol, pero acabó dentro de una furgoneta policial. Cuando los agentes vieron su mochila y encontraron una camiseta sudada y un balón, le espetaron: ‘¿Pero tú de dónde vienes, chaval?’. ‘Pues de jugar al fútbol. Ya os lo he dicho’, contestó él. Y los policías respondieron: ‘Pues ya no te podemos soltar. Así tienes algo que contar a tus nietos”.
ROLLINGSTONE.ES se ha puesto en contacto con la comisaría de Mortalaz para contrastar este testimonio, pero en su departamento de comunicación no han querido valorar el asunto: “Si los detenidos creen que la actuación policial no fue la correcta, deben denunciar al agente en cuestión y será el juez el que decida quién tiene razón. Aunque normalmente el juez siempre falla a favor de las autoridades. Este tipo de denuncias después de una manifestación son muy habituales”.
Rollingstone
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