martes, 1 de febrero de 2011

El imperialismo quiere conducir a las revoluciones de Túnez y Egipto

Por Viorel Lupescu (Enmerkar)

La CIA y el Mossad buscan por todos los medios que las revoluciones acaecidas en Túnez, y ahora, en Egipto, sean conducidas para el lado de los tomates. Que todo termine en una "revolución de colores", al estilo ucraniano, georgiano o kirguíz, y que el verdadero cambio que ansian los pueblos sea pulverizado y convertido en una nueva versión de los anteriores gobiernos, pero esta vez aún más ligados al imperialismo norteamericano y sionista en la región. Todo esto, con objeto de contrarrestar a la influencia creciente de China, Rusia e Irán en el Mundo Árabe, que pone a la administración Obama con los pelos de punta. Es más, el papel de "apoyo" a las rebeliones populares que ha dado el Departamento de Estado, y la adhesión de la falsimedia mundial a las mismas, supone una intervención directa de la inteligencia de los EE.UU., que a través de la USAID vienen financiando a la "oposición" egipcia desde hace una década. La vuelta al país del tecnócrata liberal Mohamed El-Baradei, también puede inscribirse en el plan de la Casa Blanca de debilitar una vez más a las fuerzas populares, patrióticas y democráticas, que aún deben reagruparse para dar la batalla por el cambio democrático que necesita Egipto. Claro, Hosni Mubarak dará un manotazo de ahogado intentando retener su poder personal. Algunos relevos en el gabinete y el nombramiento de un vicepresidente, el agente de la CIA Omar Suleyman, en quien busca confiar su propia sucesión. El Ejército se ha negado a reprimir las manifestaciones populares, lo cual ha forzado al gobierno a iniciar rondas de diálogo con la oposición. Y yo me pregunto, ¿con cuál oposición?. No nos llegan, de momento, muchas precisiones. Mubarak no se va a ir por las buenas, de eso no tengo duda. Aunque Washington tampoco está dispuesto a aguantarlo hasta el final, y cuando sea necesario se pondrá al hombro la campaña para derrocarlo, si resulta necesario para garantizar la sumisión egipcia.

En Túnez, la conducción del país ha sido delegada en el primer ministro del régimen anterior, Mohammed Ganoushi, y el gobierno provisional ha ordenado Interpol mediante, el arresto del depuesto dictador. La defensa que realizó Muammar Gaddafi, líder de la revolución libia, para con Ben Alí, que fué muy criticada por algunos blogs y medios alternativos, tiene un poco de verdad. El presidente libio acusó al Mossad israelí y la CIA de estar detrás del derrocamiento del mandatario tunecino. Es probable que Estados Unidos esté buscando desembarazarse de "regímenes incómodos" en la región, para dar paso a democracias representativas formales, y así apagar al incipiente movimiento popular y sindical que se está gestando en estos países. La cuestión es aprovechar la desorganización de los partidos y movimientos socialistas, obreros, islamistas y panarabistas, para asegurar que no exista una sucesión real, sólo cambios cosméticos. Como el "gobierno provisional" de Túnez, país del cual casi ni se habla. Quieren que también Egipto siga esos pasos. El vicepresidente Omar Suleyman habría propuesto al presidente Mubarak un "plan de cinco puntos" para "resolver la crisis imperante", entre ellos, se encontraba la dimisión del octogenario dictador. La difusión de este plan, no hace más que causarnos dudas sobre el desenlace de estos sucesos. La Hermandad Musulmana, por ejemplo, el movimiento opositor más importante, afronta desde hace años una crisis interna a causa de sus compromisos con el régimen.

En una columna publicada hoy en Página/12, Atilio Borón reseñó que Estados Unidos planea un mubarakismo sin Mubarak, en tanto, calcula, el costo político sería alto, conservando a Mubarak o no, debido a la inestabilidad que se plantearía un nuevo gobierno en Egipto. Yo no estaría tan seguro de eso. El nivel de complicidad del gobierno egipcio con las torturas y el asesinato de militantes demócratas e islamistas, no convierte a Mubarak en santo de la devoción yanqui. Cuando no les conviene, intentan colocar a alguien en la línea sucesoria: Esa fue la fórmula que sin éxito alguno Washington intentó imponer en los meses anteriores al derrumbe del somocismo en Nicaragua, apelando a la figura de un personaje del régimen, Francisco Urcuyo, presidente del Congreso Nacional, cuya [única]iniciativa  como fugaz presidente fue la de solicitar al Frente Sandinista, que venía aplastando a la guardia nacional somocista por los cuatro rincones del país, que depusiera las armas. Lo depusieron a él al cabo de pocos días, y en el habla popular nicaragüense el ex presidente pasó a ser recordado como “Urcuyo, el efímero”. Habrá que ver si en Egipto aparece  un Urcuyo, o, por caso, un Juan Carlos I, que, recordemos, ha garantizado franquismo sin Franco en España.

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