martes, 8 de junio de 2010

Carta por la libertad de expresión en las universidades israelíes


Carta abierta al Claustro de Directores de la Universidad de Haifa 

Asamblea de estudiantes de la Universidad de Haifa

La idea de que las universidades israelíes abrazan los valores de las instituciones académicas libres, en las que prevalece la libertad académica, la objetividad y la meritocracia es ampliamente aceptada en Occidente. Nuestra experiencia atestigua, sin lugar a dudas, que esta afirmación no es cierta. En los últimos años las universidades israelíes han cambiado el criterio de admisión en varias de sus facultades con la intención, en palabras del director de una universidad de Israel, de evitar el acceso de un buen número de estudiantes indeseables (es decir, árabes) a facultades de prestigio como las de Trabajo Social y Ciencias Naturales. Profesores universitarios cuyos descubrimientos entran en conflicto con la ideología oficial (como Ilan Pappe y Neve Gordon) también sufren prácticas de intimidación, acoso y dimisiones forzadas. Entretanto, los burdos argumentos racistas promovidos por ciertos profesores reciben una alta consideración por parte de las administraciones de las universidades por su asepsia y objetividad. Así se manifestaba recientemente el doctor Dan Scheuftan, profesor de la universidad de Haifa, en una de sus conferencias: “Los árabes son el error más grande de la historia de la humanidad… no existe nada bajo el sol que sea tan retorcido como los palestinos”; “En el mundo árabe la gente dispara armas de fuego en las bodas para demostrar que, al menos, cuentan con un cosa dura que funciona correctamente y que puede disparar”. No es necesario decir que ninguno de estos conferenciantes recibió sanción disciplinaria alguna.

Aún cuando la Universidad de Haifa se enorgullezca de impulsar la “coexistencia”, nada está más lejos de la realidad. Se impide la formación de sindicatos de estudiantes árabes al no obtener reconocimiento alguno, y, bajo la excusa de que no cumplimos el servicio militar, se nos discrimina en la concesión de becas y en el acceso a las residencias universitarias. Esto último es especialmente grave teniendo en cuenta que las universidades están ubicadas en ciudades judías en las que los estudiantes árabes tienen que enfrentarse al obstáculo que supone encontrar una casa apropiada en una sociedad como la israelí en la que predominan los prejuicios y sentimientos en contra de los árabes.

Pero en el ámbito en el que más asfixia sentimos es en de la libertad de expresión y en las restricciones que se nos imponen. No se nos permite expresar nuestros sentimientos o ideas públicamente. Es bastante habitual que nuestros encuentros públicos sean interrumpidos violentamente no sólo por los estudiantes sionistas de extrema derecha, sino por la policía que acude a la llamada de la universidad. En numerosas ocasiones, como ya ocurrió en la manifestación pacífica de la Universidad de Haifa en contra de la masacre del barco de Gaza, la policía enviaba un alto número de unidades especiales famosas por su brutalidad (consultar fotos y vídeos adjuntos). Evidentemente, hacen el trabajo para el que son entrenados. Por último, las universidades colaboran con los servicios de seguridad interna (el temido Shin Bet) con la aportación de los nombres de los activistas en la universidad que suelen ser citados con regularidad, investigados y amenazados.

Tenemos la esperanza de que, finalmente, tomarán la decisión que reafirme el verdadero significado de los valores académicos y la libertad de expresión, y que esto suponga la prueba de que el racismo, la ofuscación y el desprecio por la dignidad humana no sean tolerados por más tiempo.

Periodico Diagonal

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