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jueves, 6 de mayo de 2010
"Esto es sólo el principio de una gran guerra"
"Esto sólo es el principio de una gran guerra", avisaban los manifestantes que ayer desfilaron en Atenas en contra del plan de austeridad anunciado por el gobierno, cuando tres personas murieron en violentos incidentes al margen de la huelga general.
La de ayer miércoles fue la tercera huelga general en menos de tres meses en Grecia y el ambiente, al igual que el cielo de Atenas, es pesado. La multitud se encaró a la policía antidisturbios desplegada a lo largo de todo el Parlamento, donde una comisión examinaba las medidas de austeridad tomadas a cambio de la ayuda de los Europeos y del FMI.
"Esto es sólo el principio. Estoy dispuesta a apostar que un día, este gobierno deberá abandonar Atenas en helicóptero", aseguraba una manifestante. Contable en la función pública, Jim Zach, le hace eco: "el gobierno no va a dar marcha atrás con una única jornada de huelga", reconoce. "Tenemos que quedarnos en la calle durante un mes, y cada vez más griegos se sumarán a nosotros porque la situación va a empeorar todavía".
Para Katarina, "la única solución, ahora, es ocupar edificios públicos y seguir manifestándose". Según fuentes policiales, 30.000 personas han salido a la calle, aunque son probablemente más. Es la concentración "más importante jamás organizada" en Grecia, afirma incluso el principal sindicato del sector privado.
El ajuste sin precedentes de los salarios y las jubilaciones, anunciado el domingo, parece haber convencido a numerosos atenienses de sumarse a los manifestantes. "Me quitan todo, no sé si podré salir adelante", suspira Anargyros Bizianis, empleado municipal del ayuntamiento de El Pireo, el puerto de la capital, cuyo sueldo es de 900 euros mensuales.
"Hemos visto lo que ha pasado en los países en los que intervino el FMI", suelta Jim, "han echado a un montón de gente, cerrado los hospitales". Para él, los sacrificios reclamados a los griegos no son la única solución para evitar la bancarrota del país, tal y como lo afirma el gobierno. "Deberían imponer una tasa sobre los bienes de la Iglesia, en este país en el que los popes viven como empresarios, es increíble".
Alexandra Makri, médico rubia de unos cincuenta años, sugiere otra vía para sacar al país de la encrucijada. "Hay que echar a todos los políticos corruptos", lanza. "Aunque la mayoría de los atenienses no están aquí hoy, espiritualmente nos apoyan", dice. "La gente está aterrada por lo que les espera, ha perdido la esparanza".
La Republica
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